Fundación Fútbol Pazífico, Tumaco, Colombia
Este blog está escrito por nuestro escritor invitado, Juan David Ariza. Juan es el fundador de Segundo, una plataforma para emprendedores donde se busca inspirarlos a través de historias, consejos y herramientas con el fin de romper con la procrastinación y poder tomar acción. Segundo y Quántica se han unido gracias a su mismo propósito de compartir historias de cambio positivas, de gente inspiradora y berraca determinada a cultivar sus pasiones y a hacer un cambio en el mundo.
Tumaco, la perla del Pacífico, un territorio dónde la violencia y la delincuencia se han tomado las calles y las mentes de cientos de personas haciéndoles creer que el pueblo está sumergido a vivir bajo esos estándares. Una mentalidad de desesperanza que se esparce como una pandemia y que se entromete en los pensamientos recurrentes de las personas. Y es que, si nos enfocamos en cifras, el panorama es desalentador. Se cree que de Tumaco se saca el 80% de la pasta de coca del país y como si fuera poco, se encuentra en el top 10 de índice de homicidios en el mundo. Sin embargo, detrás de estas noticias crueles y desalentadoras y en medio de este ambiente tenso, Tumaco ha criado a algunos de los mejores jugadores de fútbol del país. Este pueblo es la cuna de jugadores que se han destacado a nivel nacional e internacional, un lugar donde a pesar del pesimismo se le encuentra sabor a la vida.
Esta historia empieza con una pasión, el fútbol. Se quería crear un proyecto de grado en el sitio más peligroso de Colombia. Una idea que muchos decretarían como ilógica, pero tenía un propósito mágico y quería impulsar la vida de cientos de niños. Detrás de esa falta de oportunidades, había la oportunidad de cambiar esa mentalidad de desesperanza y crear el hábito de la esperanza. Y es que Pedro tenía algo muy claro, todo este cambio se iba a lograr si se creaba un programa basado en un valor fundamental, la disciplina. Como bien lo dice esta frase: “El deporte puede crear esperanza donde alguna vez hubo desesperanza.”
Fue así como la pasión y la acción hicieron que Pedro Michelsen creara la Fundación Fútbol Pazífico y de esta manera empezara a cambiar la vida de cientos de jóvenes, y lo más importante, les empezara a dar esperanza. Para crear un cambio en la sociedad, Pedro sabía que debía impulsar el deporte, pero indudablemente debía venir acompañado de la educación. Un cambio cultural se creería si el motor de cambio era la unión del deporte y la educación. Las cifras muestran bien que 1 de cada 10 jóvenes entre los 9 y 17 años se gradúa en Tumaco. Una cifra muy baja y que se contrapone frente al trabajo realizado por la Fundación a través de la cual el 83% de los niños se gradúan del colegio.
Vale la pena recalcar y ahondar en los pilares esenciales que marcan la diferencia en Fútbol Pazífico y hacen que sea un gran desviador positivo:
La combinación de 3 elementos fundamentales como: El fútbol que es el deporte que le habla a los jóvenes en el lenguaje que ellos entienden. La educación que es la base para cualquier sociedad. Los modelos a seguir positivos, cuando un joven tiene un ídolo solo piensan en ser como él. Si se logra que ese ídolo sea un deportista, estudioso, se logran transformar miles de vida.
Enseñar a pescar y no regalar pescado: Es importante no caer en el asistencialismo y regalarle todo a los niños. La idea es brindarles a los niños las herramientas que los empoderen y les permitan cumplir sus sueños. Cuando uno vive de lo regalado, va con una mentalidad inferior a conseguir muy poco.
Trabajar con la comunidad: Son 30 personas las que están vinculadas a este proyecto y de los cuales 25 son tumaqueños. Esto les permite ser un proyecto que nace de la comunidad. Esto primero crea un sentido de pertenencia y segundo se ve como algo que no es extranjero sino algo que surgió dentro de Tumaco, lo cual apoya el trabajo en equipo y el liderazgo.
En esta vida siempre podremos encontrar razones para estar desesperanzados. Sin embargo, el hábito de la esperanza puede ser el motor más grande de cambio que podemos encontrar en el mundo. Este hábito se puede cultivar día a día pero hay que ser capaz de dejar de pensar en nuestros “problemas” para enfocarnos en las soluciones. Agradezca lo que tiene, aprenda a pescar y cultive la esperanza que le permita creer que algún día pescara todo el cardumen.
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